La mayor parte de aficionados al hip-hop perdieron la fe en Eminem hace mucho tiempo. Los que alguna vez la tuvieron, claro. ¿Un chaval blanco protagonizando un ascenso meteórico en una escena eminentemente afroamericana? Es una historia que hemos visto demasiadas veces a lo largo del siglo pasado como para tragársela sin más. Pero Eminem era diferente. No sólo emergió como el protegido del gran Dr. Dre, uno de los productores más importantes de la historia del hip-hop, sino que la mayor parte de raperos afroamericanos mostraban bastante respeto por él. ¿El secreto? Resulta que el chico blanco lo hacía bien, muy bien, y eso era innegable.
La parafernalia del mundo del estrellato, el dinero y la droga fue empujando a Eminem a un abismo personal y artístico. Desde sus dos primeros y fabulosos discos, la cosa ya no volvió a ser igual; Eminem Show o Encore no estaban mal, pero el peso de los imperativos comerciales hicieron mella en la producción del rapero, que en unos pocos años había conseguido un éxito monstruoso, con película y Oscar incluido. Cuando parecía que Eminem ya estaba echado a perder apareció Relapse, un disco oscuro en el que el rapero aireaba los demonios de su proceso de desintoxicación. Dr. Dre estaba más implicado que nunca y se percibían destellos del viejo Em, pero seguía sin ser lo mismo. Y, al fin, el año pasado apareció Recovery, un disco sobre redención y autoafirmación que nos ha devuelto al mejor Eminem, demostrando que es uno de los grandes, le pese a quien le pese.
La fórmula es sencilla de plantear, pero es complicado que llegue a buen puerto. No hay muchos artistas que puedan grabar un disco escandalosamente comercial sin renunciar a cierta integridad artística, pero Recovery es la prueba de que se puede hacer. Eminem sigue escribiendo rimas certeras, ancladas en el hip-hop más tradicional, y las mezcla con estribillos potentes y melódicos que encajan perfectamente en las radios. Lejos de anularse, ambas tendencias encajan perfectamente creando un rap con toques pop en cuyas bases conviven las guitarras con las programaciones, lo que le da un aire más orgánico que en muchas producciones hip-hop actuales.
Eminem es muchas cosas, pero a nivel musical es completamente honesto: su música suena tan ligera como dura, y consigue hacer algo que no se ve mucho por ahí: hip-hop blanco y creíble. Nunca será 2Pac, Notorius B.I.G. o Nas, pero es uno de los grandes; se pueden criticar muchos aspectos de su carrera, pero sus rimas no mienten. Su vertiginoso estilo, agresivo, picado (staccato) y lleno de saltos de ritmo, es tremendamente reconocible, algo nada fácil en el mundo del rap.
Los escépticos sólo tienen que recurrir a la escucha de algunos de sus temas, y ni siquiera los menos conocidos o enterrados entre sus hits. Por ejemplo, el mejor single de Recovery, “No Love”. El tema está marcado por un sampler muy arriesgado, el popular hit dance de Haddaway “What Is Love”, y cuenta con la colaboración del fantástico Lil’ Wayne, un rapero que tiene un estilo completamente antagónico al de Eminem. Wayne rapea muy despacio, desgranando las palabras con un flow pausado y relajado y su voz socarrona y chulesca. Eminem entra cuadrando las sílabas de manera casi disciplinada, y poco a poco va cogiendo carrerilla y retorciendo el ritmo de sus rimas hasta rozar lo exhibicionista. Te puede gustar o no, pero es difícil negar que hablamos de una generosa cantidad de talento. Y no tiene que ver con trucos de estudio, en directo también lo hacen:
Por otro lado, no deja de ser un soplo de aire fresco escuchar a un rapero que no basa su discurso en “niggas” y “bitches”, y Eminem aprovecha su posición privilegiada de superestrella para lanzar el siempre necesario mensaje de superación frente a las drogas. Cuando alguien habla de sí mismo, el tufillo moralista antidroga parece ser menor, y Eminem lo hace desde la propia determinación, disparando mensajes como “hago esto por mí, que se joda el mundo” y “desde hoy, voy a escapar de esta jaula, estoy de pie, afrontando mis demonios (…) es hora de arreglar mi vida”. Es más fácil decirlo que hacerlo pero, en un mundo dominado por estrellas que alardean del nexo entre lujo, éxito y drogas, no está de más que el ídolo de unos cuantos millones de chavales diga esto. Y en el rap no es muy habitual.
Con Recovery, Eminem ha recuperado gran parte de su reputación, independientemente de cuestiones comerciales. No es tan brillante como The Slim Shady LP o The Marshall Mathers LP, pero tampoco sigue la estela de esos álbumes que tanto le encumbraron. De alguna manera, Recovery es un paso adelante: Eminem samplea a Black Sabbath o R.E.M., mete una colaboración con Rihanna y llena algunas bases de guitarras acústicas y estribillos pegadizos, pero siempre cae de pie. Nada parece diluir el hecho de que Recovery es un gran disco de hip-hop.
El pasado 1 de febrero apareció “I Need A Doctor”, el último avance del inminente nuevo disco de Dr. Dre, con un Eminem protagonista agradeciendo todo lo que el productor ha hecho por él. Al mismo tiempo, Recovery se mantiene en el tercer puesto de ventas de hip-hop/r&b (sí, en EE.UU. siguen comprando discos), meses después de su aparición y triplicando las ventas del resto de títulos del Top 5, mientras sus otro álbumes siguen vendiéndose (Eminem Show alcanzó los diez millones de copias hace unos días). Recientemente Eminem fue proclamado “persona más popular del planeta en Facebook” (con más de 30 millones de “me gusta”) y en 2010 fue el artista con más descargas en streaming del mundo. Todo esto no son más que tonterías, datos y banalidades. Lo importante (y complicado) es que vende y gusta muchísimo y, no solo no es una mierda, sino que es hip-hop de primera.
Se rumorea que en 2011 aparecerá su nuevo disco. Crucemos los dedos para que sea en la misma línea que Recovery y siga demostrando que se puede tener semejante éxito y popularidad sin renunciar por completo a la honestidad creativa. ¿Honestidad creativa?, se preguntarán algunos. Pues sí.
Autor: Yahvé M. de la Cavada
Fuente: El País
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